El martes no tenía mi Tupper habitual dado que no había cocinado la noche anterior (Ver La Mística de la Pecora Nera) por lo que seguí en la línea de autoregalos culinarios por mi cumpleaños y fui a almorzar muy cerca de la oficina, a un restaurante por el que pasé cientos de veces, había sido mencionado por amigos en charlas y redes sociales y me dije «es un buen momento para ir».
El lugar en cuestión es Sucre (Sucre 676) ubicado en Belgrano o Bajo Belgrano como también lo denominan. De dimensiones prominentes, gran presencia de cemento, techos muy altos con las tuberías que lo recorren, muchas mesas vestidas con su vajilla sin manteles en las que podes sentarte eligiendo las sillas de madera o contra la pared en los – que parecen – mullidos sillones de cuero y respaldos de terciopelo rojo o en las mesas y sillas altas que te dejan ver de cerca sartenes de varios tamaños colgando en la pared y la acción de los cocineros.
Me llamó la atención la larguísima barra de estaño con 17 taburetes (yo me senté en el 15 contando de la entrada para adentro) y la imponente bodega rectangular de cemento que se erige cual pirámide robando el centro de la escena en el medio del bistró.
No tenía mucho tiempo para comer, apenas una hora y tampoco estaba famélica. Había visto previamente el site y me habían tentado las Entradas. No estaba para Plato Principal ni mucho menos para un Postre.
Me senté en la barra, donde me divertí un buen rato observando la gran variedad de botellas distribuidas en tres altísimos estantes (para ver el último tenía que levantarme levemente del taburete). Lo que me sorprendió que habiendo tanta variedad, la moza, cuando le pedí carta de bebidas me respondiera: «No tenemos cartas de bebidas, o sea.. ¿Qué querés beber?» (…)
Como estaba en horario de trabajo, tenía mis dudas de que tomar (Por ello el pedido a la moza) y si me daría un permitido. Viendo las choperas, la cerveza tirada no era una opción válida, por lo que reformulé y terminé pidiéndole la carta de vinos, ya que el menú que me habían entregado no constaba de ninguna opción liquida.
Dentro de las opciones por copa, quería algo fresco y opté por un Kaiken Rosado de Malbec. Sigo dándole oportunidades al Rosado, ya que noté que en Europa se bebe muchísimo más que acá, pero todavía no termina de conquistarme.
Para comer elegí las Mollejas de ternera a la leña con ensalada de papas argentina y el Salmon fish cake con mayonesa de cilantro y ensalada fresca. Voy a resumir, de las 2 mollejas, la mitad de una era pura grasa y quise pedirle que me cambien el cuchillo por un Tramontina porque no la podía cortar, pero opté por no interrumpir la conversación entre el mozo – que parece sacado de una publicidad de perfume italiano – y un señor que estaba en la barra. El sabor, a ver como lo digo, era a quemado, sí, no hay otra forma de decirlo y el aderezo de las papas estaba rico pero muy pesado, igual que la mayonesa de cilantro que también abandoné a la mitad. El cake de salmón, era frito y no pude distinguir demasiado el sabor al pescado que nada contra la corriente. La ensalada fresca estaba buena, silvestre, sólo me dio un poquito de impresión el tallo de una de las hojas cuya estética y textura me trajo a la mente la imagen de una planta carnívora y no me animé a morderla.
Con el estómago muy pesado, habiendo terminado mis platos (o al menos haberlo intentado) giré buscando a la moza cuando la vi atendiendo otra mesa. Mientras ella se inclinaba para apoyar algo o entregar las cartas (no recuerdo bien) pensé en lo contento que estarían los comensales de esa mesa con la remera blanca que vestía, que sin ser provocativa, no dejaba mucho margen a la imaginación. Tal vez eso también respondía a mi ulterior pensamiento «sólo vienen hombres a almorzar acá?«.
Me trajeron la cuenta que ascendió a $136. Por un momento dudé con la propina y recordé esa memorable escena de Reservoir Dogs de Tarantino, donde se discute el tema. Pero bueh. Pagué, saludé y me fuí (con ganas). 1 Braca y ½.
No sé si habrá segunda oportunidad. Uds. han ido? ¿Que les pareció?
Algo Sibarita
Esto..es decir, dos entrantes, sin plato principal y postre, y una copa de vino… $136. Tirando por lo bajo unos 20€.
Relación calidad/precio un tanto bajo, no?
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María, exactamente, 2 entradas y 1 copa de vino correcto. Alrededor de €22 según la cotización del euro en Argentina.
Aquí las mollejas y el salmón en general, tienen precios elevados, pero en este caso la calidad y elaboración de los platos no justificaron esa relación precio/calidad. Tal vez yo venía de una noche anterior con una experiencia 10 puntos, tanto en comida como servicio o tuve mala suerte con la elección. Pero comer bien en esta clase de lugares no debería ser una cuestión de azar… Menos aún, si además te cobran el cubierto ($14 mediodía y $16 noche).
Muchas gracias por tu comentario, salud!
Braca
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