Buenas, buenas, acá estoy sentada en mi escritorio preferido, tras días intensos de trabajo. Ayer, fué mi último día como camarera part-time en un hotel de lujo en el barrio de Holborn. Y fué unas semanas atrás, en un domingo con alto nivel de estrés, que decidí ir a visitar uno de los 50 Best Bars en Londres, que me quedaba sólo a cinco minutos de dicho hotel. Era un domingo cualquiera. Todavía nevaba acá, en pleno marzo.
El Bar Termini en el Soho londinense (7 Old Compton St, W1D 5JE) no es grande, la barra es pequeña con cuatro butacas y hay menos de una docena de mesas ratonas, con pequeñas banquetas, sillón empotrado en la pared, y estantes con valijas viejas. La cortina plegadiza emula los trenes de antaño y cuando entrás los bartenders te reciben con un saludo en italiano desde la barra. Me ubiqué en una de las butacas disponibles, al lado de una pareja. Eran alrededor de las 4 de la tarde, por lo que me pedí un cappuccino y me tenté con una porción de tarta de chocolate y avellanas. Las dos cosas estaban riquísimas, el café calibrado y la tarta exquisita, cortesía de Strazzanti, repostería siciliana.
A medida que pasaba el tiempo, las mesas se fueron llenando, así también la barra. Toman reservas, pero si el lugar está lleno, hay que esperar afuera.
Tras haber terminado mi café, y beber agua de un hermoso vasito que los bartenders constantemente rellenaban, leí el menú de dos páginas y no terminaba de decidirme. En eso estaba cuando… Alguien entró. Se acercó a la barra, y pidió mesa para tres. El acento, la voz, me resultó familiar, giro mi cabeza hacia la izquierda y casi me caigo de la butaca.
Lo miré y digo: ¿¿Tato Giovannoni??. Me mira y me dice «Sí«. Respondo: «Tato, no me reconocés, soy Gaby Bracamonte» – «No, claro que te reconozco, pero estás re-cambiada, ¡¿Qué hacés?!«… No lo podía creer. Uno de los dueños/fundadores de Florería Atlántico, en el mismo bar que yo, en Londres.
Sí, el mundo es un pañuelo. Era mi primera vez en el Bar Termini, en una visita totalmente aleatoria y espontánea. Tato y su esposa estaban ‘varados’ en Londres porque British Airways les canceló su vuelo (dos veces) por condiciones climáticas. La señora estaba de camino al bar, al igual que un amigo rosarino. ¿Cuántas eran las probabilidades de encontrarme con Tato después de cinco años de haber dejado Buenos Aires? En aquéllos tiempos en que era habitué de la Florería cuando recién abría sus puertas… ¿Cuántas eran las probabilidades de que eligiera el mismo lugar que yo para reencontrarse con su amigo? 100%, claramente. ¡Casualidades si las hay!
Enseguida nos pusimos al día, le conté de mi vida en Londres, y él me contó de su vida en Río, mis infructuosas peripecias para conseguir entradas para el Mundial, sus numerosos emprendimientos gastronómicos, la actual escasez de propuestas decentes en la coctelería porteña, y algo que me alegra el alma: los dos estamos 100 x 100 convencidos de que Messi va a ganar su primer Copa del Mundo en Rusia.
Al rato, llegó su amigo rosarino y se pidió un Bloody Mary. Tato se estaba tomando un Terroir (a base de piedras destiladas), y yo había optado por un Pisco Sour. Enseguida nomás estábamos hablando de qué otra cosa, sino de fútbol = Messi.
Luego, llegó la esposa y socia de Tato, Aline y nos mudamos a una mesa que por suerte recién se desocupaba. El bar ya estaba lleno. Eso sí, estábamos al lado de la puerta. Tal vez ésa, la única mala, ya que cada vez que la abrían y cerraban, entraba un chiflete que te helaba las pupilas.
Compartimos una picada de aceitunas, Charcuterie y quesos italianos. Todo servido, en lugar de tablitas, en pequeños papelitos. Se pidieron otra ronda de tragos, y yo me sumé al brindis con un Robusto, uno de los Negronis caseros.
Creo que para la hora que decidimos partir, ya eran casi las nueve de la noche. Así de rápido vuela el tiempo cuando la compañía es tan linda. Dicho sea de paso, en más de un par de ocasiones, volvíamos al mismo tema y tuvimos que poner un full stop al fútbol/Messi topic, sino Aline nos iba a mandar a freír churros sin escalas.
No sé a cuánto ascendió mi cuenta, porque Tato muy generosa y amablemente no nos dejó contribuir, ni siquiera tocar la cuenta. Tengo una visita obligada a la Florería cuando en diciembre vuelva a mi Buenos Aires querido.
Qué hermosa sopresa y tarde/noche… ¡Qué sigan los éxitos Tato y Aline, y a celebrar en julio!
Volví al Bar Termini, una vez más. Apenas entré y señalaba una banqueta, el bartender me malinterpretó, y me ordenó un Aperol Spritz sin que yo lo haya pedido. Me lo ofreció gratis, pero me sentí culpable y le dije que lo cargaran en mi cuenta. Tras acompañar el aperitivo con mis aceitunas preferidas y agua (servida constatemente, gran detalle), me pedí una tabla (sin tabla) de Charcuterie de Coppa, típico de Italia, similar al Prosciutto, pero más grasoso y salado. Luego me pedí la versión de Sazerac que me ofreció el bartender. Todo, exquisito.
El staff, que no era ninguno de los anteriores, en esta ocasión, estuvo dedicado, pero menos carismático. Me pidieron, con mucha amabilidad, moverme de butaca cuatro veces. A pesar de que estaba reservando una para mi amiga, cuando llegó, ya no estaba disponible y no pudo sentarse hasta pasado un largo rato. Ella se pidió un Fernet con Coca. Los chicos están al tanto de que los argentinos son los bebedores de esta combinación, sólo que todavía no han masterizado la simple preparación.
Mi cuenta fue £36.56. La experiencia, esta vez, no fue tan seductora como la primera. Terminé mi trago, Andrea su Fernet y partimos. 3½ Bracas para Termini.
Como la primera vez, cuando salimos, el bar estaba a pleno y con gente esperando en la puerta. Como cuando se espera para subir al tren con toda la ansiedad previa de un viaje añorado, o simplemente, con ansiedad de llegar a casa.
Algo Sibarita
Está excelente la fiambrera que se ve en una de las fotos
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