Cocktail Bar Crawl en Londres Vol. I

Hace unos días estoy haciendo una lista de bares y restaurantes a conocer en mi próximas vacaciones, en un destino que tengo pendiente hace ya bastante tiempo.

Esta tarea, me llevó a releer la lista de Los 50 Mejores Bares del Mundo 2015 y me hizo darme cuenta que vivo en una ciudad en la que muchos de ellos ocupan los primeros lugares de la misma. Por lo que pensé, «¿Gabriela, hace cuánto que no vas a un bar?, Viviendo en Londres ¿Qué haces desperdiciando la oportunidad de conocer esos lugares?», sea por vagancia, trabajo, cansancio, ubicación, tiempo, clima, etc., generalmente opto por las cercanías de mi pub o similares. Ahora que se viene el invierno y en breve a las 3 de la tarde ya será de noche, cuesta un poco más salir de casa, pero ayer tras confeccionar un repertorio local de dichos bares, me decidí – finalmente – a ir a conocerlos.

A continuación, con su respectiva ubicación en el ranking mundial, la lista de los londinenses nominados:

1 – ARTESIAN

3- NIGHTJAR 

5 – AMERICAN BAR

8 – HAPPINESS FORGETS

9 – CONNAUGHT BAR

26 – WHITE LYAN

27 – BEAUFORT BAR

41 – 69 COLEBROOKE ROW

50 – DANDELYAN

Tras salir de mi clase de canto, revisé la lista. Primero había pensado en arrancar por el último, pero para varios de ellos no estaba vestida para la ocasión (jeans y botas) por lo que, a pesar que están del otro lado de la ciudad, me tomé el subte en la estación de West Kensington y empecé mi Cocktail Bar Crawl.

Luego de 45 minutos de subterráneo y corta caminata, a las 18:02 estaba en la vereda frente a Nightjar (129 City Road, EC1V 1JB). Una doble puerta maciza de madera con una placa dorada que revela el pajarito de su logo y se lee el nombre del bar en ella. Muy speakeasy, si no vas atento, te lo pasas de largo.

Ya había sentido nombrar este lugar pero como está ubicado en una zona que no es de mi total agrado, lo fui dejando pasar. En la página web – y en Google – dice que abre a las 18:00 y operan con una política de «no gente de pie» por lo que recomiendan reservar. Bueno eso lo leí recién hoy. Mi salida fue espontánea y pensé, «si voy temprano, un martes imagino que podré entrar«. Había una chica en la puerta y le pregunté si estaba abierto, me dijo que no había tocado porque estaba esperando a alguien. Por lo que yo, toqué timbre. Al ratito, sale un alto muchacho diciendo que todavía no estaban listos para abrir. Respondí, «Ok, gracias».

Me fui a la esquina, donde había un mini-mercado y me compré un paquete de almendras para engañar mi estómago. Los siguientes lugares en mi lista no sirven comida, por lo que, dicho artilugio gastronómico me daría un par de horas más de resistencia al alcohol.

Para no esperar en la puerta, miré mi mapa y me dije, «voy al próximo bar y después vuelvo«. Así caminé unos minutos hacia Happiness Forgets (En el sótano, 8-9 Hoxton Square, N1 6NU), descubriendo al pasar otros lugares que parecen interesantes de explorar también.

Como todo speakeasy, éste no fue tan fácil de encontrar, tras chequear un par de veces Google Maps, bajé las escaleras y ahí estaba.

Una especie de sótano, de iluminación tenue y con tonalidades amarillentas. Sonaba The Police y me recibió una chica mirándome, le pregunté si podía tomar algo, me preguntó si estaba sola, ¡Sí! y me dió una banqueta libre entre dos chicos en la barra. Colgué mi bufanda y campera y adiviné donde era el baño. Sólo veía una puerta negra que decía Boys, por lo que me asomé y encontré la que rezaba Girls.

Decoración minimalista, paredes negras, sólo un cuadro de una vieja publicidad de Cointreau, lámparas todas distintas, banquetas de madera, mesas cuadradas y bajas alrededor y algunos sillones. En este tipo de sitios, lo complejo es lo que pasa de otro lado de la barra.

En la página web mencionan que toman reservas pero dejan libre la mitad de las mesas para el resto de los clientes por lo que siéntanse libres de ir. Sabia decisión. 

Cuando volví del baño, me gustó el detalle de un vaso con agua y ligero sabor a pepino esperándome sobre una servilleta. Agarré el menú y me dieron un motivo para sonreír: un trago de Federico Cuco, renombrado cantinero de Buenos Aires. Mientras observaba las bebidas de la barra, el bartender, me preguntó que buscaba, le dije Bourbons y aproveché para preguntarle cómo ese trago había llegado ahí, sin mucho entusiasmo me comentó que Fede Cuco había estado en el bar e incluyeron ese trago en el menú.

Seguí leyendo y me decidí por algo que no estaba escrito, un Sazerac. Me preguntó CognacRye y sin titubear respondí Rye. El resultado final, comenzó a agradarme una vez que había consumido la mitad del trago, para mi gusto, se excedió con los bitters.

Mientras escuchaba la tercer y cuarta canción de The Police, intercalada con Genesis, observé que el staff charlaba mucho con quienes parecían ser clientes regulares. En el ínterin, otro bartender comenzó su turno, me miró pero nada de sonrisas o «buenas tardes«, pude percibir que también me observó mientras hablaba con la chica que me recibió en la entrada, pero no invitó a la interacción, nadie me preguntó que tal estaba mi trago tampoco. Al menos, si estaban atentos a rellenar mi vaso de agua cuando fuera necesario, detalle no menor.

Terminé mi trago y pedí la cuenta, £9. No es barato, pero es lo habitual para este tipo de bares. Dejé el 10% de propina por costumbre, no porque se la hayan ganado. 2½ Bracas. «¿Volvería?»…. Mmm no.

Volví a mi mapa y comparando conexiones de subte, opté por otra caminata hacia el próximo destino. De nuevo, me pasé de largo, volví sobre mis pasos y encontré los números de la dirección y la placa plateada informativa. Dicho sea de paso, muy graciosa.

Así entré a White Lyan (153 – 155 Hoxton Street, N1 6PJ). La primera impresión me recordó a esos bares de películas norteamericanas de mala muerte, sin el humo de los cigarrillos ni el barbudo detrás de la barra.

Es este, otro lugar de decoración minimalista en su máxima expresión. Todo es de color negro, aparte de los refrigeradores con luz blanca, un par de cuadros cerca de los baños, el menú, las lámparas colgando del techo y algunas banquetas plateadas.

Me saludaron desde la barra, una chica que luego me enteré es de New YorkMr. Lyan (Ryan Chetiyawardana) quien amablemente me ofreció un lugar en la barra y el menú impreso. Me preguntó si ya había estado allí, le dije que no y me introdujo su bar. Tal vez, uno de los lugares más atípicos en que he encontrado.

Aparentemente es el primer bar en el mundo sin productos perecederos, es decir, no hay hielo, ni frutas de ningún tipo. Tampoco hay marcas, o sea, no vas a entretener la vista mirando botellas de distintas y renombradas destilerías. Cada trago es casero, hechos a mano, utilizando únicamente las creaciones líquidas del Sr. Lyan.

También me recibieron con agua, esta vez servida en un vaso pequeño, un shot glass, que los obliga a llenarlo en reiteradas ocasiones.

Visité el baño con jabón marca Lyan y volví a mi lugar en la barra. Tal vez, los únicos dos detalles negativos, el primero que la barra no está bien diseñada, el espacio entre la banqueta y la barra es muy estrecho y las banquetas no son cómodas, por lo que al principio hace dificultoso estabilizarse en la misma. Lo otro, es la Música, esto es muy personal, pero simplemente el hip hop no me cae bien y no me terminó de cuadrar con la atmósfera.

Para hacer comparaciones parejas, pedí el Moby Dick Sazerac (Mr Lyan Rye, Peychaud’s, ambergris, arroz de Absenta). La sorpresa fue que la bartender, puso un vaso congelado sobre una balanza digital, roció con un pequeño spray un papel verdoso, lo introdujo en el vaso, sacó una botella del luminoso refrigerador, sirvió la medida y me presentó el trago por su nombre. Y yo me quedé pensando, «Wow, eso fue rápido ¿Eso es todo?«. Nada de la ceremonia cantinera habitual. Agarré el vaso, primero percibí con el olfato lo que ofrecía y luego bebí. Más dulzón que la versión previamente degustada, pero mucho más equilibrada. Exquisito.

Mientras bebía divisé unos libros, uno de ellos era una novela de Danielle Steel y tres copias de Good Things to Drink with Mr Lyan and Friends, libro que estaba hojeando un muchacho en la barra. Me dediqué a leer el menú, escuchar un poco la conversación entre Mr. Lyan y dicho hombre. Y me reí, eso es parte, de lo que esperaba encontrar, la hospitalidad no forzada, esas charlas entre bartender y el ocasional cliente.

Luego Mr. Lyan desapareció y yo me tenté con los Snacks por £3. Le pedí los Cheese & Crackers + magic cheese, nori/Queso y Galletas + queso mágico y algas nori. No tengo las palabras correctas para describir lo que comí, pero estaban riquísimas. Son una especie similar a las galletas de arroz pero sin ser de arroz, bien crocantes, ligeramente saladas y el queso mezcla de Cheddar y Brie, con algas nori, un pequeño manjar. Le hubiera pasado los dedos al tarro para sacar hasta el último vestigio, pero me contuve.

Me entretuve en una charla con el muchacho oriundo de Baltimore y la bartender de New York, ella y ni Mr. Lyan descuidaron por un segundo que mi vasito con agua estuviera siempre lleno, abriendo y cerrando, una y otra vez el refrigerador para sacar y guardar la botella. Terminé mi Sazerac comiendo el papel de arroz embebido en el trago, toda parte de la experiencia.

Me hubiera quedado un rato y por un trago más, pero ya eran pasadas las 20:30 y aún tenía un destino pendiente. Pedí la cuenta, £12, pagado con gusto. Le agregué más del 15% de propina bien merecida. 4 Bracas para White Lyan. «¿Volvería?»… Totalmente.

Contenta y tras recibir indicaciones de una chica que paseaba a su perro, caminé unos minutos más para volver a Nightjar.

Así, arribé nuevamente a la puerta de madera, dos chicos salían y el muchacho que había visto a las 18:02 con una lista en la mano, me saluda y me pregunta si tenía reserva. Le dije que no. Me dijo que el bar estaba lleno. Le mencioné que venía desde Earls Court si sólo podía tomar un trago en la barra. Me repitió que estaban llenos que podía esperar. Le mencioné que había ido a las 18:02 y él me había dicho que aún no estaban listos para abrir. Me miró extrañado de mi comentario y me dijo, «Sí, abrimos a las 18» y contesté, «Sí, es lo que dice su website y Google y yo vine 2 minutos pasados las 6pm y me dijiste que no estaban listos para abrir«.  A lo que respondió «Bueno, en mi experiencia de 5 años, seguro a las 21:30 habrá lugar, que podría esperar allí«. O sea, podía esperar, durante 45 minutos, parada en la vereda, con 11 grados de temperatura ambiente. Lo miré y le dije: «No, gracias«. Giro de 180 grados y encaré para la estación Old Street, tras viajar 45 minutos, estaba llegando a casa.

Claramente, me arrepentí de haber dejado el White Lyan y no hay chance que le dé otra oportunidad a Nightjar. Uds. saquen sus propias conclusiones. Así, amargamente finalizó el primer volumen de mi Cocktail Bar Crawl

Vamos a ver que tal me va en el próximo, Salud!

Gaby Braca

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