Enero de este año no fué mi mejor mes… No sólo venía de pasar el peor Cumpleaños de mi vida, de terminar mi relación con novio de carne y hueso justo antes de Navidad – por ende, no muy Felices Fiestas -, un totalmente olvidable Fin de Año – salvo por la presencia en la BBC de QUEEN+Adam Lambert cerrando el 2014 y empezando el 2015, sino que además de todo eso, al día siguiente, después de hacer un back up y seguir las instrucciones por teléfono de Apple Support, mi amado Jarvis – Mi novio tecnológico desde 2011, mi bello MacBook White – entró en coma. En ese momento, creo que el único motivo por el cual no me tiré de cabeza desde el Tower Bridge al Río Támesis, fue que estaba contando los minutos para viajar a Argentina y ver a mi Familia, a mis amigos y comer asado.
Fuí un sábado a la tarde a llevar a mi averiado Amor al Apple Store de Covent Garden. Me recomendaron volver el domingo a las 10, sin cita, y si había lugar sería atendida en el Genius Bar. Lo que el empleado se olvidó mencionar, fue que la sucursal abría a las 12, en lugar de a las 10. Por lo que tenía dos horitas al divino botón.
Me encontré entonces con la necesidad de sentarme en algún lugar a esperar. Así arribé a The Ivy Market Grill (1 Henrietta Street, WC2E 8PS). Cuando entré me dió la sensación de que este lugar había estado ahí por años, pero no, luego de conversar con el Bartender, José, me dijo que hacía sólo un mes que había abierto.
En esa época tenía el estómago cerrado. Era muy temprano para beber alcohol, por lo que pedí un Cappuccino, hermosamente presentado y para comer, pedí unos Eggs Royale, que estaban exquisitos, sólo que por mi estado en general no pude apreciar demasiado.
Una parte del trabajo – u oficio – de ser Bartender, es escuchar las historias del cliente que está sentado del otro lado de la barra. Y esa mañana, José, luego de escuchar parte de mi historia me obsequió un Trago de Autor. Gran detalle.
La cuenta fue £14,06. Como de costumbre no llevaba efectivo, por lo que no pude dejarle propina y me respondió: “No trabajo por la propina”… Touché.
Volví a la puerta del Apple Store, minutos antes de las 12 y ya había gente esperando. “¿Qué hace la gente esperando para entrar a un Apple Store un domingo al mediodía?”…
Una vez abierto, subí las escalares diseñadas por Steve Jobs y luego de hacer cola un ratito, un muchacho con rango de Genius Manager que se parecía a Wolverine – y se lo dije -, escuchó mi agónica travesía y creo que se compadeció al notar que no estaba pasando por mis mejores días, por lo que él mismo hizo un diagnóstico y concluyó que había que reemplazar el hard drive y eso me costaría £106. ¡No paraba de recibir buenas noticias! Dejé a mi Amor y me fuí silbando bajito.
Dos días después recibo un e-mail y una llamada de Apple Store comunicandome que luego de haber intentado todo, llegaron a la conclusión que fallaba el Logic Board y reemplazarlo costaría £361. “¿Algo más? Sí, durante esos días antes de viajar, cuando vaciaba el lavarropas encontré en el centro del mismo a Orange, mi iPod… A pesar de haber recibido todo un ciclo de lavado, luego de unos días, funcionaba. “¡Milagro!, Demos gracias al Señor”.
No contaba con dicha suma de dinero para la reparación, por lo que, al día siguiente, volví al Apple Store y me fuí de allí con Jarvis, en el mismo estado comatoso que lo había dejado. Enterrada en una insondable tristeza, llegué al departamente maldito donde todavía vivía y adivinen qué… El calefón dejó de funcionar. Tras inútiles intentos de encenderlo, pensé: “¿Dónde está la parte más profunda del Thames, dónde?”… Así pasé una semana sin poder cocinarme mi propia comida, sin agua caliente y sin calefacción en pleno invierno inglés. 7 días en el Paraíso.
1 de Marzo, días después de haber regresado de Argentina, de mudarme del departamento del horror a lo de un amigo, de ver en vivo desde primera fila a QUEEN+Adam Lambert, de volver a mi antiguo y bello hogar, de recobrar el dinero de mi depósito, volví al Apple Store para dejar a Jarvis en cirugía por segunda vez. Y como no tenía cita en el Genius Bar, volví a hacer tiempo a The Ivy.
Como la primera vez, la recepción y el servicio fue de primera, sumamente amables y con atención en los detalles y los tiempos.
José no estaba y yo, ya me sentía muchísimo mejor, los planetas habían comenzado a alinearse nuevamente y empezaba a disfrutar de mi soledad, mi soltería y de mi. De mejor humor, la atmósfera de este lugar me cautivó, como sucedió un par de meses atrás. Es un bar/restaurante sacado de otra época. Me transportó a los ´50, ´60… La decoración, las fotos antiguas, los trajes de los empleados, la música, la cristalería, las lámparas, los sillones, los cocktails…. Todo, me dió esa sensación de estar en una película. Me encantó.
Los baños, área en la que siempre hago hincapié, son numerosos, minimalistas, limpios, enormes espejos, huelen bien, decorados con gusto.
En esta segunda visita, era pasado el mediodía, para beber pedí el Vino Tinto de la Casa, un Grenache Lierre Languedoc 2013. Todavía mi estomágo estaba pequeño, por lo que opté por unas entradas, Beef Carpaccio with Cipriano Dressing – Carpaccio de Bife con Aderezo Cipriano – 10 puntos -, y después Tuna Carpaccio – Carpaccio de Atún – 12 puntos -.
Me tenté con algo dulce de postre, Dark Treacle Tart y un segundo vaso de Granache. Excelente.
La cuenta fue £38,81. 4 Bracas para The Ivy.
Luego de unos días, Jarvis había vuelto a la vida. Sólo que algo había pasado durante la operación y la pantalla tenía una mancha de agua, por lo que, cambiarían el display sin cargo pero, tenía que volver al otro día. Volví un sábado a la tarde y finalmente me reencontré con él.
Unos días más tarde, volví a The Ivy – me deleité con un Oak Smoked Salmon/Salmón Ahumado en Roble -, porque tuve que volver al Apple Store, ya que los speakers de Jarvis sin razón aparente se quedaron sin graves. Otro Genius me atendió y sin cita, dejé a Jarvis para microcirugía gratuita y un día después, sintiéndome ya en mi segundo hogar volví a buscarlo. Finalmente, Feliz.
Esa misma noche me encontré en el Apple Store con un amigo inglés e intenté llevarlo a The Ivy, pero como era horario de cena, no nos dejaron sentarnos en la barra – mi lugar preferido – sin que fuéramos a ordenar algo contundente, por lo que nos retiramos. Un poco desilusionada, pero comprendiendo las necesidades del negocio buscamos en los alrededores.
Afortunadamente, corrió mucha agua bajó el puente desde mi primer visita a The Ivy, no me cabe la menor duda que volveré cuando ande por ahí, para transportarme en el tiempo y vivir el presente.
Braca