Hace unos días anticipé un post que estará en la carpeta de borradores unos días más porque la semana pasada viví una experiencia que no puedo dejar de compartir… Tras más de 15 años de mirarlo por televisión, por primera vez, fui a Wimbledon. Y la frutilla del postre, por primera vez, pude ver jugar al Gran Roger Federer. Check!, sueño cumplido.
El hecho de estar viviendo en Londres me está dando muchas oportunidades y satisfacciones, una de ellas era la factible posibilidad de ir a Wimbledon. Como nunca había tenido la necesidad de saberlo, desconocía el sistema de compra de entradas, que me resultó bastante complicado de entender, pero en el afán de ir (como sea) leí toda la información del sitio oficial, después de googlear como loca, caí de casualidad en una promoción que rezaba «A Perfect Day at Wimbledon by HSBC» (Un Día Perfecto en Wimbledon por HSBC). La promo consistía en armar como sería – para mí – un día perfecto en dicho Grand Slam, por lo que comencé clickeando y eligiendo: almorzar en The Wingfield, disfrutar del mejor tenis en una de las canchas, conocer a un Profesional, las típicas frutillas con crema y por ultimo, cenar en The Fire Stables. Debo decir, que me anoté simplemente por anotarme con la esperanza cero de ganar.
Unos días después, el domingo 23 de junio mientras skypeaba con mi familia, recibo un llamada que se cortó al tomarla. Continué la llamada con mi Mamá y en el ínterin recibo un mensaje de parte de una representante del HSBC diciéndome Congratulations! Había ganado un «Día Perfecto en Wimbledon« y que debía comunicarme a la brevedad sino a las 24hs se elegiría otro ganador. Casi me infarto de la felicidad y antes de entrar a trabajar y después de cortar con mi Madre, me comuniqué con esta persona – Sarah – para confirmar dicha suerte.
Por un momento, no me quise ilusionar ya que no había leído la letra chica, tal vez tenia que ser cliente de HSBC para recibir el premio. Por ende, antes de seguir festejando, esperé el e-mail de Sarah y tras leer el cronograma, repasé los Términos y Condiciones y nada decía al respecto. A partir de ese día, de la felicidad y ansiedad se me complicó pegar los ojos a la noche. Lo mejor de todo, fue ir enterándome de a poco que probablemente Federer estaría jugando ese mismo día.
Y así fue, sólo que Roger jugaría en el Court Centre y yo tenia entradas para el Court Nº1, por lo que, tendría una misión: conseguir un ticket para verlo.
Llegó el miércoles 26 y tras subirme a la District Line en la Estación West Brompton llegué a Wimbledon por segunda vez (La primera, fue solo de pasada por afuera en 2008, como turista). El clima vaticinaba un día lindo. Me equivoqué de camino al All England Lawn Tennis pero andaba con tiempo así que, lo tomé como un paseo y llegue con 10 minutos de sobra a la Puerta Nº5 para recibir mis tickets de las manos de Sarah.
Y… Comencé a vivir la experiencia Wimbledon, una organización impecable, todo el staff amabilísimo siempre dispuesto a brindar cualquier ayuda e información necesaria, los baños impecables, las flores de colores haciendo juego con el logo emblemático, todo espléndido. Tras dar unas vueltas por las instalaciones, visitar la Store y ver la taza que luego me olvidé de comprar, comencé a pensar en las frutillas con crema. 11:20, me senté en un banquito a degustar mi porción. Muy de golosa, ya que 11:45 tenia la reserva en The Wingfield para almorzar previo a los partidos. Devolví la cazuela y hacia el restaurante enfilé.
Le di un poco de pena a la recepcionista que se lamentó que fuera a almorzar sola teniendo una reserva para 2, yo le dije algo así «Como no te preocupes, no me molesta comer sola«. Estaba a punto de disfrutar del mejor tenis del mundo, por lo que poco me importaba el resto de las cosas…
Me dieron la mesa 74 y tras tomar el menú, por un momento entré en un pequeño pánico, ya que la carta describía los tres pasos bajo el módico valor de £62. Por un instante comencé a dudar si yo tenia que pagar o no. Entonces volví a chequear la info y tras googlear «complimentary» y su significado, me dediqué a disfrutar. El salón es enorme – con un sol divino ese día – doble cubierto, vajilla brillante, agua Evian, blancos manteles, una barra a lo lejos con las choperas listas, las cartas con las caras de Federer y Serena Williams y los baños impecables. Durante unos minutos me dediqué a observar las otras mesas, la gente y recién ahí creo que comencé a darme cuenta de la suerte que había tenido.
The Wingfield resultó ser un lugar bastante exclusivo – como resultaba previsible -, no sólo por ser el principal restaurante en Wimbledon sino que ya había sido advertida del dress code (Nada de jeans ni zapatillas). El servicio de los camareros fue excelente, súper atentos y amables, sin dejar minutos de espera entre los platos, servirme el agua o el vino (Tinto, por favor: Jacob’s Creek Reserve Barossa Shiraz 2010, medio pelo).
Del menú a cargo del Chef Ejecutivo Gary Parsons, pedí de un solo saque todo lo que iba a comer. Elegí como entrada el Severn and Wye Oak Smoked Salmon – «Afuera se come lo que no se come en casa» -, en criollo, salmón ahumado. Buenísimo, con alcaparras y limón, aunque venía decorado con las hojitas de coriandro que ya se reconocer y lo primero que hice fue quitárselas.
De principal, dudé entre el Sea Bass (Róbalo o Lubina) y el Beef (carne de vaca)… Finalmente, me decidí por el Roasted Sirloin of Lancanshire Beef with a Mustard and Herb Glaze, en criollo, no tengo idea, pero uno de los simpáticos mozos me dijo que venia cocido medium rare (algo así como medio poco cocido) y me preguntó si eso estaba bien para mi. Si, por supuesto, como le gustaría a mi Papá. Venía acompañado de mini-tomates, hojas de espinaca y papas con una suave crema. También muy rico, sin ser un plato descollante.
Y por ultimo, de postre – que nunca suelo comer – para ayudar a la digestión elegí algo cítrico, la Lemon Custard Tart, una tarta de natillas/leche crema de limón. Genial. Debo decir que ya en la mitad del beef estaba llena, todo lo demás era un Tie Break a mi estómago.
Para finalizar, acepté el café que me venía bárbaro, ya que estaba a punto para una siesta más que para ir a mirar tenis. Antes de levantarme por las dudas, consulté si estaba todo bien con la cuenta, me dijeron que sí y me ofrecieron una copa de Champagne que rechacé, no sólo porque no soy fanática del espumante sino, porque estaba a punto de explotar y eso hubiera sido definitivamente para tirarme a dormir en el ground.
3 Bracas y 1/2 para The Wingfield.
Llegó la hora de los partidos. Me dirigí al Court Nº 1, previa consulta al staff. Esperamos entre varios que terminara el game para entrar a las gradas y tras indicarme que mi asiento era hacia la izquierda, me senté. Al rato, un chico uniformado me pide revisar mis tickets. Se los muestro y me indica cuales eran mis asientos, algo así como 4 filas más cercanas al Court. ¡Ay pero que novata me sentí! Nunca leí que mi entrada era numerada, afortunadamente, en una excelente segunda fila desde donde pude ver a Verdasco ganarle a Benneteau. En el ínterin del partido – mientras seguía consultando como conseguir un ticket para el Centre Court – me tomé a una Stella Artois (no había otra opción) que compre en una de las barras.
Viniendo de donde vengo, estando acostumbrada a los descomunales precios de una botella de agua mineral/vaso de gaseosa o una hamburguesa en cualquier evento deportivo y/o musical, por más mayúsculo o minúsculo y de mediocre organización que sea en Argentina, hay un detalle de Wimbledon que me sorprendió gratamente: comer y beber no es caro, en comparación con cualquier pub londinense y también tenés la posibilidad de llevar tu propio picnic. Convengamos que las frutillas con crema las tenia incluidas – £2,50 -, pero la pinta de Stella me costó £4,70 (ó £4,80, no recuerdo exactamente pero no era más de eso) que es lo cuesta un pinta de cerveza «premium» – uso comillas porque lo de premium para mí va en el gusto de cada uno -, en cualquier bar de Kensington. Sí vale aclarar que es de las zonas más exclusivas de Londres, pero siendo Wimbledon un suceso deportivo de relevancia y trascendencia internacional con hermosas instalaciones y de organización impecable, sinceramente, pensé que los precios iban a ser sumamente superiores. Afortunadamente, no lo son. ¡Otro tanto a favor para ellos!
Antes de finalizar este match, me dirigí alrededor de las 3 de la tarde adonde se hace la reventa oficial de entradas para los partidos del día. Resulta ser que hay gente que se va más temprano y entrega/dona sus tickets a la organización que, luego revende esos lugares a quienes se instalan en esa fila para comprarlos. Aquí, otro bellísimo detalle que me sorprendió poderosa y gratamente la atención. El precio de la resale (reventa) OFICIAL es considerablemente inferior al precio original: para el Centre Court £10 y para el resto de los canchas £5. Me saco el sombrero.
En dicho sector, un amable inglés me informó que había mucha gente esperando y que tal vez conseguiría un ticket para las 17:30/18:00. En ese momento temblé, pensando que quizás para esa hora Federer ya hubiera terminado su partido.
Luego, hablé con otra Señorita que me dijo que sin ser una garantía me convenía volver alrededor de las 17:30 en lugar de estar haciendo fila tan temprano y con otros partidos por mirar.
Cuestión que volví al Court Nº1 para ver a Andy Murray en un interesante duelo contra Yen-Hsun Lu. Le está yendo muy bien al escocés y todos los británicos están esperando que de una vez gane Wimbledon. En mi humilde opinión y fuerte deseo, espero que gane mi otro favorito y estimadísimo Juan Martin del Potro – quien viene avanzando a paso firme -. O en su defecto Novak que me cae muy bien, pero no creo – ni espero – que sea Murray el vencedor.
Hice caso a la Señorita y 5:30pm abandone a Murray para ir por mi cometido: ver a Roger Federer. Mientras estaba en la fila, estaba jugando Mónaco en uno de los pequeños Courts, le estaba yendo bien pero yo no podía dejar mi lugar en la cola para ir a verlo. Y también debo contar que termine vendiendo mis entradas ganadas a quienes ansiaban ver a Andy. «Más pasto para mi caballo«, diría mi Papá.
Federer había ganado el primer set 6-7 cuando todavía veía que quedaban como 50 metros de gente esperando lo mismo que yo: un ticket para el Centre Court.
Fue recién alrededor de las 18 cuando, otro amable ingles, recorría la fila diciendo algo así como: «¿Quien esta por su cuenta?«. Lo miré y le hice repetir lo que preguntaba y casi saltando me acerqué y le dije, «Yo, yo, yo soy la persona más sola en el mundo… al menos en Inglaterra«, el hombre se río, me pregunto de donde era y me mostró el bello ticket rosa diciéndome “10 libras”, le pagué casi dándole un beso y tras el «Good Luck» de una Sra. que estaba adelante mío en la fila, comencé a correr hacia el Centre Court.
Lo de correr, no puedo decir que fue literal ya que, había mucha gente que salía de la victoria de Murray y de la forma más polite posible fui abriéndome lugar hasta llegar a una de las entradas de la cancha principal. Corrí – esta vez, literal – subiendo las escaleras, mostré mi ticket y desesperadamente busqué la gangway 304. Llegué y recuperé el aliento mientras esperaba que el game finalizara para que nos dieran paso a quienes ansiábamos entrar. Y tras unos minutos, escuchar aplausos, corrieron la correa y nos dejaron ingresar. Subí los escalones, contemple la inmensidad del Court, me indicaron donde estaba mi asiento Nº 81 y ahí lo vi, sentado de espaldas: el Gran Roger Federer.
Comencé a disfrutarlo y a acribillarlo con la cámara que me prestaron para la ocasión. Se levantó de la silla con su paso seguro para volver a hacer lo que hace mejor que cualquier otro y yo, sin poder creerlo, pensaba para mis adentros: Si, es Roger, en carne y hueso, es real. Me saltaba el corazón y tenia la piel de gallina. Que porte, que jugador, que elegancia, que lujo estar ahí.
Su ignoto rival, un tal Tchaikovski ucraniano, tuvo su cuarto de hora frente a Roger. Me sorprendió ingratamente la cantidad de seguidores que lo vitoreaban cada vez que ganaba sus tantos contra el Número 1 y por supuesto, para alentarlo más de un Vamos Roger!! grité. Cuando parecía que el gigante se recuperaba, necesitaba digerir algo y corrí por un aperitivo… Convengamos que eran ya más de las 7pm. Compré sólo unas papitas, media pinta de Stella y volví al Court.
Lamentablemente lo vi perder – 6-7 (5), 7-6 (5), 7-5 y 7-6 (5) – siendo ésta la primera vez que quedó afuera en la segunda ronda desde 2002 y tras coronarse 7 veces campeón. El resultado es anecdótico, fue un espectáculo verlo jugar y retirarse del Court aplaudido de pie por todo el estadio presente, en el que, esta vez por primera vez en mi vida, me encontraba presente.
Me retiré yo también, apenas la antorcha suiza dejo el verde césped pasadas las 20:10. Gracias Roger.
Con un dejo amargo por la derrota pero dulce por haber logrado el cometido que me llevó a Wimbledon, con prisa enfilé hacia la Wimbledon Village, ya que estaba llegando tarde a mi reserva, la cena me esperaba.
The Fire Stables (27 Church Road, SW19 5DQ) estaba repleto y me dieron una mesita para dos tal vez con la peor ubicación en el restaurante, pero a esa altura nada de qué quejarme. El servicio fue rápido, pero distó mucho del recibido en The Wingfield al igual que los baños. Por supuesto, la atmósfera menos acartonada y más bulliciosa, siendo un restaurante tipo parrilla.
Me pedí para empezar el Classic Cocktail of Atlantic & Tiger Prawns, Marie Rose Sauce, Lemon & Bloomer Bread, básicamente 2 langostinos semi-congelados con lechuga, algo parecido a la Salsa Golf (Mayonesa+Ketchup) y algunos camarones también helados. Debo recordar, antes de volver a pedir eso, preguntar sobre la frescura de los mariscos porque siempre me clavo.
De principal, fui por los Especiales del día, un Roast Middle White Bacon Steak, Savoy Cabbage, Jersey Royals & Poached Duck Egg. Debo haber estado cansada ya a esa altura del día, porque erróneamente esperaba un bife de vaca cuando claramente el menú decía bacon (tocino/panceta). Igualmente, estaba muy rico y lo coronaba un huevo de pato que a primera vista parecía crema, recién me di cuenta que era un huevo poche (escalfado) cuando le hinqué el tenedor.
No recuerdo el nombre del postre, pero elegí lo más parecido que leí a un Chesse Cake. En cuanto a vino, fui a lo seguro, un argentino Malbec Alta Vista 2010, dos copas.
Cuando finalicé – a punto de explotar nuevamente -, me acercaron la cuenta de £35,50, pero al instante quedó aclarado que no me correspondía, solo me pidieron firmarla y me retiré. 2 Bracas y medio para The Fire Stables.
Volví a casa y al día siguiente volví a Wimbledon, pero esta vez sin tickets y me instalé en la interminable y organizadísima Queue, donde me entregaron una tarjeta con el Nº 9208, no sin antes advertir a todos los presentes que no entraríamos sino hasta después de las 5pm. Siendo que Juan Martin jugaría a la 1pm, me recosté un rato a disfrutar del sol y unos sándwiches de Mark&Spencer. Alrededor de las 12:30 me fui silbando bajito hacia Wimbledon Village nuevamente y me instalé en el All Bar One (37-39 Wimbledon Hill Road, SW19 7NA), tras pedir que pusieran el partido de Del Potro en la tele, me senté a disfrutar una Guinness y su victoria. Lo adoro. Vamos Juan Martin!!
Tras un cappuccino y un trio de mousses, me dirigí a la estación para, nuevamente, dejar Wimbledon. Siendo sincera, me encantaría volver este domingo para ver la final, más aun si Juan Martin esta ahí, pero esta vez no creo que tenga la suerte de salir sorteada… Aunque, no pierdo las esperanzas…
Por ahora, solo me queda decir: gracias All England Lawn Tennis and Croquet Club, gracias HSBC por My Perfect Day at Wimbledon y Gracias Roger por tanta magia. Ojalá vuelva a verte pronto.
Braca
P.D.: Vamos Juan Martín!