Eat delicious, laugh often, live long. Ése es el lema de este hermoso café, situado en el barrio de Recoleta, llamado Delicious (Laprida 2015).
Una amiga trabaja allí. Ella cocina. Y la tiene muy clara. Lo llamativo de esto, es que mi visita a Delicious no sólo tenía como razón mi almuerzo, quería ponerme un poco al día con ella, además, se sumó a esto la recomendación que una vez un habitué del Gran Bar Danzon me hizo de este lugar, me nombró 3 y el segundo fue Delicious. Esto se lo comenté a Lui, súper contenta y orgullosa.
Cuestión, tenía que ir. Siendo que los viernes de verano salgo a la 1 de la oficina para allá fui. Hay mesas en la vereda pero el calor era agobiante. El local es pequeño pero funcional, una linda estantería con productos de primera a la venta, mostradores repletos de cosas ricas, ambiente climatizado calibradamente, lámparas blancas de diseño, manteles y paredes con simpáticos dibujos y platos (de verdad), iluminación brillante, música tranquila para relajarse del tumulto citadino y dedicar los sentidos a disfrutar de la comida.
Me senté en mesa de 2 con sillón contra la pared. Rápidamente, las camareras de simpatía genuina – ojalá todas fueran así – me acercaron el menú que me arrebató una ternura bárbara, es como una agenda roja, divina. Para beber hay café – illy -, tés – Winnings -, chocolate – Fénix -, aguas naturales (mango y maracuyá, durazno y naranja), jugos exprimidos, gaseosas, cerveza – Stella Artois -, copa de vino (les debo la Bodega). Yo pedí el agua de durazno y naranja, un gol.
Las chicas me acercaron un plato con unos crocantes de pan y vasijita de cus cus condimentado, adictivas. Preguntaron si había decido, cosa que no podía hacer sola, por lo que les pedí que la cocinera me ayude. En eso estaba, cuando entró una abuela con sus dos alegres nietos que fueron directo a una mesa y me llamo la atención el comentario de uno de ellos: «Acá, siempre nos sentamos acá«. ¿Habitué? Al rato, entró otro chico, le ofrecieron el menú pero pidió el plato directamente. Claramente, otro.
Lui salió de la cocina un ratito, charlamos brevemente y tras mirar la linda carta con opciones como sándwiches, piadinas, creppes, ensaladas – que nada tienen de comunes y corrientes – me recomendó la de Papines (portobellos salteados, queso fontina, tomates secos, hierbas frescas) que a ella le encanta, y por la de Papines fui.
La atmósfera de este lugar es especial. Es tranquilidad, armonía, amor. ¿No les pasa que esas cosas se perciban en ciertos espacios? ¿Cuándo pueden sentir la dedicación y pasión por lo que uno hace? No soy madre, ni soy dueña, pero mi imagino que estos refugios son como hijos. Y a los hijos se los concibe, nacen, se los cuida, abriga, alimenta, se los ama.
Llegó mi ensalada y que rica estaba! Los papines rústicos crocantes, condimento divino, sabores amalgamados y un plato abundante, muy abundante. Como será que debe ser la primera vez que tengo que hacer un impasse para terminar una ensalada. Acompañé con otra agua y quedé repleta.
Salimos con Lui en su pausa para fumarse un cigarrillo. Me preguntó si quería un postre, lo lamenté porque no podía más, así que ofreció que me lo llevara. Hay brownies, crumbles, ultrachocolate y más. A pesar de ser bastante detractora del maracuyá, se veía tan perfecto y tentador que elegí el Cheescake Delicious (sablé de almendras, interior de chocoblanco, maracuyá).
Antes de retirarme, pasó por el toilette, impecable. Era esperable. Se lleva 4 Bracas.
Luego de ponernos al día, me envolvieron el postre en una simpática cajita – todo es simpático ahí – y partí a casa. Luego de hacer la valija – semana largo en puerta – me tiré en el sillón y me dispuse a disfrutarlo. Increíble es poco. El invasivo olor y sabor del maracuyá equilibrado maravillosamente. Había pensado en comer la mitad y reservarla la otra a mi flatmate, pero no pude. No pude parar de comer hasta terminarlo, perdón Margarita.
Delicious, el nombre, le queda corto.
Braca