El viernes pasado, día de calor pesado, tras un tardío y fallido intento de ingresar a la Feria Masticar, con un amigo salimos de Palermo y por elección de él fuimos hacia un lugar desconocido para mi Cervelar (Av. Elcano 3385) en el barrio de Colegiales.
Está justo en una esquina, con muchas mesas en la vereda, ideal para calurosas mañanas/tardes/noches. Apenas entré lo primero que captó mi atención, sobre la derecha, fueron las góndolas de maderas llenas de botellas de cervezas, de todos los colores y nacionalidades. Entre ellas importadas como La Trappe, Becks, Carlsberg, Grolsch, Corona, Kunstmann, Leffe, Estrella Galicia, entre otras y locales como Antares, Quilmes, Stella Artois (fabricación nacional), Imperial, por nombrar algunas. Por supuesto también hay artesanales y tiradas, honrando el nombre de Tienda de Cervezas.
Lo siguiente que captó la visual, fue a la izquierda, exhibidos en fila las choperas/tubos altos – no recuerdo como los bautizaron – que podés pedir para tu mesa y autoservirte.
Hay un piso superior, al cual no subí, nos sentamos en la planta baja nomás. Nos trajo las cartas, tupidas, muy tupidas de cervezas, tapas, platos, y demases. Estaba bastante hambrienta pero mi acompañante no tanto por lo que optamos por elegir algunas cazuelas. Estaba indecisa y me levante a mirar en el mostrador, donde se exhibían, además había preguntado como eral el pil pil pero el mozo no supo responderme.
Ordenamos las bebidas. Mi amigo quería una pinta de Barley – no tenían tirada – entonces optó por un porrón (Botella de 330cm³, aclaración a mis queridos lectores extranjeros). Yo elegí una Trappe Dubbel, aunque el mozo antes me dijo que iba a ver si tenia fría.
El mozo volvió con una botella de Barley para que mi amigo la tocara y mostrarle cuan fría – o no fría – estaba. Después del testeo táctil, optó por una Kraken Stout tirada. Después que el mozo se retiró, me hizo un comentario con el cual coincido plenamente «Ves, esto es lo que pasa siempre en cualquier local en Argentina, lo montan todo divino pero no tienen la cerveza fría, al final terminas tomando no lo que vos querés sino lo que ellos quieren o tienen» y siguió «en vez de poner eso ahí tan lindo – señalando uno de los mostradores con cervezas a la venta – poné 2 o 3 freezers para tener la cerveza que ofreces helada, siempre pasa lo mismo«. Intenté cambiar los ánimos, asintiendo y cambiando de tema.
Para comer elegimos jamón crudo con queso provolone, jamón crudo con roquefort, aceitunas (las amo) y para sacarnos la duda, unas gambas al pil pil. Todas las cazuelas estaban en aceite (mucho aceite) y las gambas, muy calientes, faltas de sal (y sabor). El pil pil, al menos aquí, no era nada especial sólo noté algo así como pimiento dulce.
El servicio en general estaba siendo pobre, tuve que pedirles pan y desistí de pedirles sal. Después de charlar, terminar nuestra primera ronda de cervezas, con los vasos vacíos en la mesa un largo rato y tras la ardua tarea de ubicar a un mozo, pedimos una segunda ronda. Mi amigo eligió una Honey y yo una blonda Kraken, ambas tiradas.
Baños hay escaleras arriba, pero abajo hay uno unisex para discapacitados y público en general, con puerta corrediza sin traba (con cartel avisando que antes de abrir se toque la puerta), en estado aceptable.
Llegado el momento pregunté si seguíamos – bebiendo – ahí o partíamos. Habíamos estado hablando de bares y surgió en la charla el famoso Bangalore (Humboldt 1416), que ya tantas veces había escuchado y sin duda tenia pendiente de conocer. Mi amigo dijo «Ah, ahí podemos ir«.
Tras rastrear a un mozo, ya no sabíamos quien atendía nuestra mesa, pedimos la cuenta ($230) y graciosa – o tristemente – nos consultaron para cobrarnos que habíamos consumido (…) La explicación fue que se les había borrado el sistema (…) Después de enumerarselo 2 veces – inclusive señalarles La Trappe que había tomado – y tras reclamar el vuelto (ya que no venían con la canastita), nos fuimos. En mi caso, para nunca más volver. Buena variedad de cervezas, pero para acopiar y tomarlas bien fría en casa. 1 Braca para Cervelar.
Enfilamos para Bangalore… Y a pesar de la gran expectativa que este lugar me había generado, no puedo decir que me haya dejado la mejor primera impresión.
La vereda siempre está llena, con mesas para sentarse al aire fresco – o caluroso y húmedo – y esa noche no era una excepción. Entramos ya pasadas la 1am. Lo había visto chico desde afuera, pero es mas chico de lo que había visto.
La ambientación me gustó tipo bar inglés, madera, mucho color verde musgo, iluminación tenue, una chimenea clásica, cuadros, faroles, barra muy pequeña donde no se ven las botellas, salvo que te ubiques en un pequeño e intimo sector lateral, que en ese momento estaba muy concurrido. Taburetes para acodarse bien en dimensiones reducidas. Mesas, sillas y sillones en dos pequeños livings forman la planta baja. Escaleras arriba están los diminutos baños – higiene aceptable hasta ahí – y me llamo mucho la atención que estuvieran pegados a la cocina, la cual, está a plena vista de quien suba.
Sobre la comida no puedo decir ni A, ya que no comí nada. De la carta de tragos, elegí un porrón de Imperial y mi amigo una especie de Mojito pero con dos medidas de Jack Daniel’s. Estaba bueno. Me contó que también preparan tragos en jarras lo cual es una opción interesante y accesible.
Nos quedamos parados contra una columna, entre la barra y la entrada, charlando de todo un poco y escuchando buena música – Altos temas de AC/DC sonaron – a un volumen que te permite dialogar sin gritar. Mucho extranjero, algunas parejas, amigos. Me gustó la sensación de ser un lugar donde podes hacer la tuya y pasar desapercibido.
Las bebidas se fueron como agua y previa visita técnica al baño, cuando bajé, me acerqué a la barra y le pregunté a un chico con gorra que atendía «¿Aceptan debito?» y me respondió «Si, tarjeta, sólo VISA«. «Genial» pensé para mis adentros, ya que soy una persona de andar con poco efectivo encima (si algún día me asaltan – toco madera – el ladrón me trastocará la vida y se quedará con mis recuerditos, pero no se va a llevar un mango) y además me encantan los lugares que trabajan con medios de pago universales. Para mí es un factor de ir o no ir.
Ya había lugar para sentarse en la porción frontal de la barra. Nos sentamos y volví a mirar la carta. Mi amigo quería el mismo trago pero con una sola medida, así que tras un tête-à-tête explicativo con el barman pidió lo mismo pero en menores proporciones. Yo había examinado bastante las opciones y el diálogo fue el siguiente:
Moi: Un Dry Martini, por favor.
Barman: Mmmm… No, no tengo aceitunas.
Moi (Con tono ameno): Ah listo, no es Dry Martini entonces.
Barman (Dirigiéndose a los dos): Viste justo un día que nos quedamos sin, pensamos «bueno, por ahí no lo piden y… siempre alguien lo pide«.
Moi: Mmm… Un Pisco Sour.
Barman: No, no te puedo preparar por el tema de las comidas crudas y las nuevas disposiciones…
Moi (Mirándolo con cara de me estoy fastidiando): Bueno, dame una Heineken.
Barman: No, no tengo Heineken.
Moi (Ya con cara y tono de vendeme lo que vos quieras): Bueh! Dame una Imperial.
Mi amigo se reía de mí pero volvíamos a la conclusión que teníamos en Cervelar ¿Cuántos lugares hacen lo mismo? Exhiben una carta que luego no pueden/quieren satisfacer. O claramente esa noche, no era mi noche para tomar lo que yo tenía ganas. Era noche de cervezas pero no a mi elección, sino a elección del bar de turno.
Vuelve el barman con la cerveza y yo le dejo, en el mostrador cruzando las choperas, mi tarjeta de debito y D.N.I. y me dice: «El mínimo es $100» (La cuenta de las 2 cosas era $70) y ahí sí monté en una pequeña cólera (cosa que me había pedido antes que no hiciera) y le digo: «Ves, ahora si me enojé, porque te pregunté antes y no me aclaraste que había un mínimo«. Inteligentemente agarró la tarjeta, miró a mi amigo y bromeó «Prefiero pelearme con vos que con ella«. Estuvo muy bien. Cuando regresó para que firmara me dijo que tenía razón y no me lo había aclarado. Para la próxima – si es que hay próxima – ya tengo el dato y Uds. también. 1 Braca y ½ para Bangalore.
Luego de finalizar esa ronda y con escasa gente en el lugar, nos despedimos de los chicos de la barra y tasa tasa, cada uno a su casa.
Para cerrar este post, sigo meditando si con Bangalore tendré – o no – en cuenta el famoso slogan… «Porque la primera impresión es la que cuenta».
Braca