Noviembre, tras decidir cambiar de trabajo de nuevo para volver a tener una vida, pensé en tomarme unos días. Primero, se me ocurrió Barcelona y visitar a mi hermana, por qué no Lisboa, pero viendo como se comportaba el clima, encontré que en las Islas Canarias tienen un promedio de 20º/25º todo el año. Y sí, ganó Tenerife.
Arribamos a la tardecita con el atardecer en puerta. Tras llegar al hotel (Sol Tenerife: muy buen desayuno, pésimo café, enorme y variado buffet para almorzar).
A comer afuera, obviamente, eran vacaciones. Y caminando por algunas calles comenzamos a soprendernos de la cantidad de steak house que hay… ¿Y la comida de mar donde está? Que además de sol, fue lo que fui a buscar a dicha isla.
También me llamó la atención que es una ciudad totalmente preparada para el turismo anglosajón, alemán, etc. En todos los comercios hablan ingles, en todos.
Caminamos varias cuadras evitando todos aquellos lugares donde te invitan a entrar e insisten – incesantemente – con frases para convencerte de la buena comida que sirven. Fue así, que tras caminar por dos de las avenidas principales, volvimos sobre nuestros pasos para terminar en Garibaldi (Av. Rafael Puig 23, Las Américas, Tenerife Sur).
Nos preguntaron si teníamos reserva y no, no teníamos. Todas las mesas parecían reservadas y nos sentamos en una cercana a la puerta. Manteles blancos y amarillos, algunas cortinas blancas, en la recepción un piano con cantante que amenizaba la velada a un volume acorde y hits de todas las épocas, mozos yendo y viniendo con bandejas gigantes que necesitaban de un soporte para desplegar los platos a los comensales, muchos – si no todos – turistas como nosotros, peceras con langostinos, cangrejos, ostras, todos vivos y un exhibidor de otros pescados super frescos en un colchón de hielo, los cuales pueden ser elegidos a dedo para luego ser degustados.
Con los menúes en la mano, consulté sobre vinos típicos y mucho no me supieron decir. Yo venía con mucha sed, por lo que arranqué con una Heineken y de entrada, con media Langosta Gratinada. Estaba muy rica, sólo que no se por qué pero en mi imaginario sigo creyendo que las langostas son más grandes…
Para beber, finalmente elegimos un vino local Viña Norte Tacoronte Acentejo y agua sin gas. Seguimos con entradas que compartimos, Escalopes y Langostinos con vegetales. Buenísimo. Detalle en contra, es muy difícil encontrar un lugar que limpie completamente los langostinos.
A modo de principal, pero siendo entradas también, pedimos un plato de Almejas al limón y otro de Mejillones en Salsa Verde, un gol, uno de mis preferidos.
Para rematarla, de postre, un Tiramisú con fuerte presencia de alcohol. Y de ahí salir rodando. La cuenta llegó a los €100 y nos despedimos con la panza llena y el corazón contento.
Pasamos por una cantina alemana, si mal no recuerdo llamada Brauhaus en la misma Avenida. Decoración típica tirolesa con dos grandes barriles de bronce como centro de atención, creímos que habría más opciones de cervezas, pero no, sólo había tres y elegimos probar unas Doradas. No está muy buena esa cerveza.
Segunda noche, domingo, volvimos a caminar buscando alguna otra opción donde cenar y tras caminar bastante, decidimos volver a Garibaldi.
Había más gente que la noche anterior, sin reserva de nuevo, esta vez nos sentamos adentro.
Para beber, confíamos en la Ribera del Duero, Senda de los Olivos 2010. Muy bueno.
Yo estaba para pastas. Elegí unos Ravioles rellenos – si mal no recuerdo, de salmón – con frutos de mar. Estaban un poco pasados de cocción, al margen de eso, no lo pude terminar. Adam pidió Lasagna Casera, que estaba muy rica, y me ayudó a terminar mi plato porque a la mitad yo aflojé.
A modo de digestivo pedimos un Lemoncello. Pensando yo, que iba a venir como un chupito/shot/copita… Nos sorprendieron con unas generosas copas de cognac con hielo. Y a eso le sumaron un Licor de Miel típico de la zona, todo de cortesía. Gracias, muchas gracias. Saludé al pianista que en el medio de la canción sin perder las notas, agradeció la visita y sumó buenas noches. Así da gusto.
De tardecita, en nuestro casi ultimo dia, frente a la playa, antojada de algo dulce, nos sentamos en el Café de París (Centro Comercial Carlota Loc. 11, Playa de las Américas).
Correcta y rápida atención, un Cappuccino y un Café, acompañados de una Tarta de Queso con Frambuesa – lo más parecido a un Cheesecake que encontré – y un Brownie con Helado.
La cuenta fue €16,05. Tal vez un poco excesivo, no en relación a proporciones pero si en cuanto a relación precio/calidad.
Ultima noche había que despedirse a lo grande… ¿Y adonde ibamos a ir?. Si, Garibaldi! Otra vez sin reserva.
Esta vez, a sugerencia del encargado de tomar las órdenes, pedimos unos aperitivos. Jhonnie Walker Etiqueta Negra para él y Campari con Naranja para mí. Hay una chica – la única entre los empleados – que es la encargada de servir las bebidas, con mucha habilidad y seguramente, mucha práctica también, sostiene vasos y botellas en la bandeja y sin jiggers, no regatea en las medidas. Se agradece.
Para acompañar la cena, volvimos a la Ribera del Duero, esta vez por un Celeste Crianza 2010. Consistente y de facil beber. Agua sin gas.
Sin entradas de por medio, directo al plato principal, Adam optó por el Confit de Pato y yo fui por el Solomillo Blanco y Negro con espárragos y langostinos (Uno de cada uno) y vegetales. Muy sabrosos y abundantes, ambos dos.
En el medio de la velada una pareja entrada en años hizo suya la recepción bailando las versiones del pianista, y más tarde otras dos parejas siguieron sus pasos. Linda imagen en el recuerdo.
Nos volvieron a agasajar con generosísimos Lemoncellos. Ya habíamos pagado la cuenta y queríamos abonar dichas copas y en lugar de cobrarnos, nos sirvieron otra vuelta. Otra vez, agradecidos. Esta vez, la cuenta fue un poquito más de €90.
Ah, claramente, visita al toilet, grandes, con las comodidades y limpieza de una casa.
Sin duda, nuestro restaurante preferido en Tenerife. Buena atención, rica comida, generosas porciones y precios acordes. 4 Bracas para Garibaldi.
A esto hay que sumarle el hermoso clima fuera y dentro del lugar. Creo que en vacaciones, sean de un fin de semana o más, uno sale a disfrutar y darse pequeños – o grandes – gustos. Esas 3 noches, fueron parte de ellos, Salud!
Braca