Pertutti, Per Nessuno

El martes habíamos quedado con mis Amigos Musicales en juntarnos a cenar para despedir el 2012 y brindar en pos de un 2013 más que prometedor…

Después de un tie break mailistico (Pizzería Básica vs. Pongámosle Onda) el encargado de elegir el lugar era nuestro estimado Javi. Dado los horarios, la demanda, la poca anticipación, etc. el lugar elegido fue Pertutti (Av. Santa Fé 2020). Poco honor le hace al nombre este restaurante, al cual, jamás pienso volver.

La reserva estaba hecha para 15 personas a las 21:30hs. Pame, Vicky y yo caíamos (con aviso) después de las 22hs. Y así fue, pasadas apenas las 10pm arribamos al lugar.

Estructuralmente no es un restaurant con muchas sorpresas, al contrario, está lleno de lugares como éstos. Muchas mesas, muchos cubiertos, dos plantas, plasmas con la – triste – programación local, mucha iluminación, etc.

Entramos, consultamos por la reserva de Javi, nos indicaron que era arriba y subimos. La mesa estaba al lado del pelotero. Nos saludamos con la alegría de vernos todos juntos. Era una mesa larga, vestida de blanco, sillas cómodas. Estaban Javi, Mary, Andre, Fabi y Caro y nos sumamos nosotras. Ellos habían ingresado 21:45hs (después de un ida y vuelta, con varios mozos encontraron  la mesa). En eso empezamos a ver que pedíamos y me llamó la atención que no estuvieran bebiendo nada. Le pregunté a Andrea, sino habían pedido algo para beber y me dijo que todavía no los habían atendido (???). Estaban ahí hace 25 minutos y todavía ni siquiera les habían dado una carta. Mala señal.

En el mismo piso, había dos mesas grandes, muy concurridas y muy llena de criaturas que iban de aquí para allá y viceversa. Observé el pelotero para chicos que – creo – era lo mejor del lugar porque hasta Play Station y Wii tenía! Es más, en un momento hasta proponía meternos nosotros en el sector infantil, ya que, comer y beber se estaba convirtiendo en una misión imposible.

Cuando se acercó el mozo, con rostro adusto – que mantuvo toda la velada -estábamos definiendo qué líquido ingerir, pero yo quería una carta, quería ver el menú, quería elegir. Se la pedí al Sr. que me miró como si le estuviera hablando en pakistaní. Se fue y volvió con una carta, o sea, un solo menú para 8 personas y Mario, Lis y Flor – es decir 11 – que llegaron unos minutos después. Otra mala señal.

La carta era variada, había opciones de todo tipo: cafetería, sándwiches varios, entradas, ensaladas, tartas, platos principales de carne, pollo, pastas, sushi, pizza, menú light, menú infantil, postres y bebidas varias. En mi humilde opinión, tal vez un poco excesiva la relación precio-calidad en la carta de vinos.

Varios queríamos vino y pedimos un Norton Clásico y agua sin gas para calmar la sed. Los responsables conductores, gaseosas y aguas saborizadas.

En el ínterin, llamamos al mozo para ordenar y cuando distribuía las copas preguntándonos con amabilidad cero quienes tomábamos vino, Andrea le pregunta qué nos sugería, si las pastas eran buenas. La miró, siguió repartiendo las copas llegando al final de la mesa, le sobraba una y se fue a dejarla en un estante. Mi indignación, y la de un par más, ya estaba escalando sus máximos niveles. Antes, las chicas me habían sugerido bajar a la caja y pedir que nos cambien el mozo, a lo cual respondí «Ni loca, para que me escupan la comida en la cocina? No, si nos quejamos del mozo nos vamos«… Y de no haber sido porque ya estábamos casi todos ahí – Julio llegó cuando ya habíamos empezado con los platos – lo más sabio habría sido partir.

Después de ese irrespetuoso gesto de no responder a una pregunta directa, yo pensaba para mis adentros «Ok, podés tener un mal día, mucha gente, abarrotado de pedidos, el ruido del lugar que apenas deja escuchar a quien tenes al lado y mil factores, pero eso te da derecho a comportarte tan maleducadamente con un cliente – ú 11, como somos – que elige este restaurante para pasar un rato agradable con amigos»?. En una profesión como esa – díganme lo que quieran – yo no lo admito. No es necesario que me cantes el chuchuwa-chuchuwa de Piñón Fijo para entretenerme, pero tampoco me trates como Walt Kowalski trata a la comunidad Hmong en Gran Torino.

Andrea, con aires conciliatorios, esbozó una frase similar a algo así como «Que podemos hacer para que todos estemos contentos?». Otra vez internamente pensaba, «No le digas nada, no te gastes que nos van a escupir la comida y no va a cambiar esa cara de tujex«. Volvió a ignorar el comentario, agarró su libreta y comenzó a tomar los pedidos. Mi cara de Reina de la Noche en la Flauta Mágica de Mozart poco le importaba.

En cuanto a la comida, tras leer la única carta de la mesa, ordenamos pizza de rúcula y otra de provolone, tortilla a la española, lasagna piamontesa, ravioles de calabaza x 2 y yo, ravioles affumicatto (ravioles negros rellenos de camarón con caviar rojo y langostinos con salsa/crema). Los platos llegaron rápido, sólo las pizzas se hicieron rogar.

Todos estábamos conformes con las lecciones, eran abundantes. Las pizzas bien, nada fuera de lo común según quienes comieron. Por mi parte, la pasta estaba bien cocida, sabrosa. La presentación del plato, llamativa, el caviar rojo furioso encima de los ravioles negros cubiertos de crema, contrastaba con el langostino tono rosa pálido y grisáceo oscuro que me quito las ganas de comerlo, a pesar que muero por los frutos de mar. Por momentos sentía mucho, pero mucho, olor a pescado y mar y Vicky me preguntó «¿Eso es bueno o malo?». Dudé, «No sé» respondí, aunque por lo que he leído era malo.

A pesar del ruidoso ambiente y la atención brindada, pasábamos un divertido momento charlando de todo un poco. En mini grupitos de conversaciones ya que era imposible mantener un único dialogo en la mesa larga y con tanto barullo.

Pedimos otro vino, que por tener olor y gusto a corcho solicitamos cambiar. Por un segundo, dudábamos si se llevaría las copas ya servidas, aunque así fue, faltaba que no y se iban a venir los gritos en Fa sostenido.

Andre se retiró. Casi todas dejamos los platos sin terminar dado que eran muy copiosos. Yo no estaba para más, ni postres. Las chicas y chicos más dulceros se pusieron de acuerdo en un volcán de chocolate. Después de rastrear al mozo, ordenaron éste y algunas infusiones como té Cachamai y café.

Luego de un rato, llegó el volcán, con imponente presentación. Por insistencia probé apenas un poco, pero era mucho para mí, era una bomba atómica dulce.

Ya sólo quedábamos nosotros en el piso. Pedimos la cuenta. En principio nos trajeron un ticket por $874 pero  nos aclararon que la cuenta superaba los $1000 y no estaba detallado porque habían cerrado la caja antes de pedir los últimos pasos, por ende, faltaba sumar el postre, los tés y cafés y el último vino. Les solicitamos que nos diera también un ticket por esa diferencia. En eso, empecé a revisar la factura y en lugar de 12, habían sumado 20 cubiertos ($12 c/u) por ende había que descontarlos. Al rato subió otro mozo a explicarnos no recuerdo ya por qué no podían entregarnos otro ticket y a pedir disculpas porque se le habían cruzado las cuentas con otra mesa. Cuestión que terminamos entre todos sumando y restando y era un total de $950.

En cuanto a la propina, yo soy bastante fundamentalista, varía conforme la atención brindada. Terminó siendo bastante escueta, aunque generosa para el trato recibido.

En relación a los baños, no los visité, además ya sabía que no iba volver. Tal vez, algunos de mis amigos pueda aportar algún comentario al respecto o sobre cualquier otra cosa que se me haya pasado. Abstenerse por favor, los comentarios defensores de pobres y ausentes que serán refutados con vehemencia.

1 Braca. Así fue la experiencia del martes, en un lugar llamado Para todos me fui con la sensación de un Para nadie.

Braca

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Andrea F dice:

    Claramente no te gustó!. La verdad no fue bueno el servicio: mozo enojado + vino picado+ ruido infernal , mala combinación….

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  2. Javier S. dice:

    Tengo la leve impresión que algo no te gustó…

    Me gusta

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