Tras una nueva derrota en el Mundial tuve que comenzar a saldar las apuestas que había hecho. Una de ellas, es brindar una experiencia local en Argentina a un amigo norteamericano. Otra, fue medio kilo de helado. Otra, muy dolorosa por dónde se lo mire, fue pagarle una cena en una parrilla argentina a un anglo-francés hincha del Arsenal y (encima) Boca Jrs. Se imaginan mi felicidad. Explotaba. Pero, como soy una mujer de palabra y hice cargo de mi bocota y exceso de confianza.
El primer día de agosto, el Europeo en cuestión, con – me parece – cierto cargo de conciencia, me invitó a cenar. Nobleza obligó, y díficil que yo me niegue a una invitación culinaria. Eligió día, lugar y hora, y reservó mesa en un restaurante de un barrio que no goza de mi simpatía, pero está a minutos de mi casa.
Así fue que llegamos a La Famiglia (7 Langton Street, SW10 0JL), restaurante italiano en Chelsea. Un auténtico italiano, mesas redondas y manteles blancos, lleno de fotos de familia, ancestrales. Nos recibió un amable señor y nos condujo a la mesa, donde me llevé la más grata sorpresa. Tras el salón principal hay un enorme patio trasero que me trasladó de Londres instantáneamente, me faltaba el ruido del Tirreno de fondo nomás.
Arrancamos con unos Aperol Spritz, ya que no estaba para vino (sólo opciones italianas) ni cerveza, y el muchacho no es asiduo de ninguno de los dos. Lo positivo, los apertitivos estaban a punto caramelo, eran enormes y al final, nos duraron toda la cena.
Tras echarle un vistazo a la numerosa carta, compartimos un par de entradas, Asparagi con Salsa di Formaggio/Espárragos con Salsa de Queso y Carciofini Fritti/Alcauciles Fritos. Todo rico pero sin ser deslumbrante, lo que más me gustó, y casi le paso la lengua al plato fué la salsa de queso.
Olvidé mencionar que tras sentarnos nos trajeron una canaste con distintos panes y grisines y una generosa porción de un pastiche de olivas. Buenísimo.
Tras retirarnos los platos, al ratito nomás llegaron los principales. Yo todavía tenía la carta de vinos sobre la falda, pero al final no me decidí por ninguno.
Él se pidió Rigatoni al Gorgonzola/Pasta a la Gorgonzola y yo unos Ravioloni con Mozzarella e Pomodori in Salsa Aurora/Raviolones rellenos de mozarella y tomate en Salsa Aurora. Éstos platos estaban muy bien, la pasta casera al punto justo, sabrosos, equilibrados y llenadores.
Él se pidió un espresso y un Soufflé de Almendras, que también estaba genial pero yo, pasé de largo el postre porque no me entraba más nada.
La atención de todos los mozos fué super atenta y divertida. Los toilettes, espaciosos y bien mantenidos. En un momento, noté que había una señora de pie, yendo y viniendo, hasta que finalmente comenzó a mandar una orden, claramente con algún rol gerencial, cerciorándose de que todas las mesas marcharan sobre ruedas.
Esa tarde, el clima todavía pintaba verano, y al rato de estar sentados, las mesas se fueron poblando. Para cuando emprendimos la retirada, el jardín estaba completo. Muestra, de que por algo están abiertos desde 1966.
La cuenta fué alrededor de £80,50, si mal no recuerdo. No me dejaron pagar, sólo la miré para controlar que estuviera correcta.
Este lugar no llega a la exquisitez de mi italiano preferido, pero por la suma de los detalles, se lleva 4 Bracas. Como las cosas simples, pero bien hechas, difícil que defraude. Would I go back? Je ne sais pas!
Algo Sibarita